Ciertamente
que al Carnaval de cañí, por más que lo intenten, nadie lo puede imitar. El
carnaval tiene la marca caneña. Las comparsas, carros alegóricos y shows
musicales son parte de la celebración, que se complementa de manera magistral
con la celebración que se prepara y se vive en cada casa caneña. Ahí está la
diferencia y por ello el Carnaval de Carnavales es el de Cañí.
Los días del Carnaval, la parroquia amanece
sumergida en el olor a fritada. En las casas se vive intensamente los
preparativos. Comida y bebida se prepara para celebrar esta fiesta
grande. Mientras la mayoría sale a ver las comparsas, otras se quedan
en casa preparado los potajes.
El sábado en la tarde se realiza la elección y
coronación de la nueva soberana del carnaval
de la parroquia cañí donde participan las comunidades de la parroquia,
residentes de Quito, Guayaquil, Riobamba, Cuenca entre otros, luego de la
elección de la reina del carnaval el gran baile amenizado por artistas
locales, provinciales e interprovinciales.
El domingo el Carnaval llega a su clímax en
cañí, la parroquia se toma las calles desde tempranas horas para mirar el
paso de las comparsas y carros alegóricos, un evento muy querido y esperado
por toda la población. Mientras se ve este corso, en viandas generosas,
los anfitriones que reciben a familiares y amigos empiezan a compartir
fritada con mote, chicha y una que otra copa. Y así se hace el carnaval.
Los corsos, carros alegóricos así como los diferentes shows con artistas locales e interprovinciales son celebraciones públicas del Carnaval, pero al mismo tiempo en las casas, las familias caneñas celebran la fiesta con una intensidad única que recoge una ancestral tradición alrededor de la rica gastronomía, el canto de coplas, el baile, la visita a familiares y amigos, el reencuentro con amigos de antaño. En todas las casas el pele del chancho es un ritual que convoca y congrega a varias familias. Cuero caliente, mote con fritada, morcillas y longanizas. En pailas de bronce, al calor de la leña se prepara la deliciosa fritada. Y así se hace el carnaval, con personas de buen gusto y de buena voluntad. En el campo y la ciudad todo es Carnaval.
Las guitarras, los bombos y en algunos casos las
dulzainas, bandoneones, la hoja de capulí e inclusive acordeones son
entonados para "cantar el Carnaval". Esa música, tan nuestra, suena
permanentemente en todas las casas, en donde se canta y baila hasta la hora
de comer. Las coplas son de todo tipo: enamoradoras, políticas, sociales,
ambientales, pícaras, geográficas... hay para todos los gustos. La canción
tradicional, que tiene casi una veintena de diferentes grabaciones, suena a
todo volumen por doquier.
En el sector de cada una de las comunidades de
nuestra parroquia, tanto en el sector indígena como en el mestizo, el
carnaval tiene su propia lógica. Para celebrar la fiesta, las familias
kichwas se preparan con quince días de anticipación, en donde recogen leña en
cantidad para preparar los alimentos como la fritada, el mote, los cuyes, los
chihwiles y la chicha. De igual manera se preparan los campesinos, ellos
engordan el chancho, crían gallinas y cuyes para "hacer el Carnaval, esperan
la llegada de los "visitantes" que con guitarra y tambora llegan a
las diferentes casas a cantar, bailar y comer lo que ofrece quien les recibe.
Una copa, polvo y abundante comida dan el toque a esta singular celebración.
Es normal escuchar a los carnavales por caminos y lomas d ellas comunidades
entonar el carnaval.
En el campo y la ciudad es tradicional preparar la chicha en pondo de barro, bebida que es ofrecida durante todo el carnaval a propios y extraños. Un buen plato de mote con fritada y un vaso de chicha en todas las casas caneñas.
En CAÑI se vive y se siente el
carnaval de carnavales.
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